Allá en las tierras del sur americano donde la realidad es mito y leyenda de antigua estirpe, los más viejos entre los viejos afirman que el padre - creador de la música es el viento. Y no les faltan razones, porque es cierto que allá curruf (viento) sopla su flauta en los pajonales, se vuelve trompeta en los remolinos, redobla como timbal, entre las piedras y el agua, y es manso violín en los cañadones largos y protegidos...
Entre todos los instrumentos musicales, Nguenechén, el Padre de
las razas aborígenes, eligió el cultrún y lo puso en las manos de la machi.
Desde entonces es sagrado. Su vientre resonador tiene el perfume y las
voces misteriosas de las maderas con que se talla: el foye (canelo) el
triwe (laurel), el ciprés o el raulí. Y es para que no se escapen, que
los artesanos le ponen bien ajustado sobre la redonda boca el parche de
cuero pelado.
Es el cultrún el instrumento chamánico por
excelencia, y esto ocurre desde sus antepasados, el tambor divino de los
magos hindúes y el tibetano. Por eso el rito acompaña su nacimiento
como instrumento compañero e inspirador del trance mítico.
Quienes lo han visto dicen que antes de tensar la membrana del cultrún la
machi mete adentro su canto y con él parte de su pullú o alma...
Y es fama que introduce las propiedades mágicas o curativas al colocar
por la abertura a punto de cerrarse, piedritas de colores, plumas, pelo
de animales o hierbas medicinales...
Los mapuches aseguran que cuando la meica
hechicera toma el cultrún tiene el mundo en su mano. Y así debe ser
nomás, no solo por su forma semiesférica característica sino también
porque los dibujos que lo ornamentan, con sus sagrados azules, amarillos
y blancos, con su cruz
abarcadora y sus extrañas figuras, representan posiblemente el orden y
equilibrio entre el cosmos y sus criaturas.
Con el cultrún junto a su pecho la mediadora sagrada está a la
altura de su dios, y con el palo percutor de cabeza de rellmú (arco iris)
puede invocarlo y obtener la gracia o petición. Con él hace sus
rogativas, y con él vuela el más allá, con él acompaña los taieles y
danza en torno al rehue (altar sagrado), con él se
instala el camaruco y bate sin cesar... Como antes, ¿como siempre?.
Al cultrún sagrado lo acompaña en los nguillatunes (rogativas), la también sagrada pifïlca.
Cuenta la leyenda que los valientes mapuches al son
de la pifïlca pudieron rechazar a los poderosos incas conquistadores.
Pero perdieron la pifïlca mágica... y todavía la buscan. Por eso la
reproducen en madera o hueso y con sus timbres agudos parecen que las
llaman en
las rogativas... Especialmente cuando el
muday las bendice con su agua de trigos maduros. ¿Volverán a ser fuertes e invencibles cuando la encuentren?
En las rogativas rituales los mapuches acompañan
los sonidos sagrados del cultrún y la pifïlca con los tonos graves de la
trutruca . Esta hermana del erque norteño buscó el sur de la leyenda
promisoria para vivir por sí misma, y tanto se aquerenció que no falta
en el corazón de los nguillatunes.
Claro que un buen pillantún (orquesta sagrada)
se completa con
otro noble instrumento como el cull cull, el cuerno que es pariente
del erquencho y que antiguamente hacía sonar sus graves alarmas en caso
de peligro para la tribu. Y hasta con la wada, la rítmica sonaja
aborigen.
Los músicos mapuches han recibido de sus hermanos
americanos la
inspiración e impulso para trasplantar y adaptar formas
instrumentales. Por eso también hacen música con el koolo o violín
tehuelche, el ñolquín hermano menor de la trutruca, el quinquercahue o
gran violín araucano hecho con costillas de yeguarizo, el piloiloi
descendiente de los incas que imita en madera o piedra la mítica flauta
de Pan, el trompe con su diminuto cuerpo de hierro con forma armoniosa
lira, o las cascavillas de sonantes pezuñas de huemul...
Los aborígenes de los confines patagónicos guardan
viva memoria de los orígenes sagrados de la música, y han representado
por siglos mitos y tabúes en la relación con la
ejecución de los instrumentos musicales. Por ejemplo no pueden
tocarse
indistintamente o en cualquier ocasión... y hasta hay claras
jerarquía, por
orden social, o sexo, o edad, para ejecución de algunos. De este
modo la machi
batirá el parche del pichicultrún... y las pifilcas estarán a cargo
únicamente de acólitos
masculinos.
Supongamos por un momento que ahora el pillantún está completo y
muestra su variedad de sonidos y matices orquestales. Los ejecutantes están
listos y ensayan... Sin embargo, aún falta el instrumento entre los
instrumentos: la voz humana, el don con el que el hombre se lanza a la vida con
el primer llanto sonoro... En realidad los instrumentos musicales son
sólo el complemento y realce para el canto aborigen.Los pueblos del Sur cantan sus taieles sagrados como invocaciones a sus dioses en las rogativas, o como invocaciones a su origen en las canciones del linaje. Pero también cantan a la vida en el ülcatún profano, o en los "romanceos" improvisados, o en los de memoria que preservan lo que fue: patria, historias, amor, magia, costumbres... para que no mueran con el tiempo y el olvido en los hermanos dispersos...
muday bebida a base de trigo. |
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